martes, octubre 17, 2006

El macho alfa II

Diciembre de 1998
Día a día fui ampliando mis horizontes y ganando terreno. En poco tiempo comencé a dormir en la cama de Marcela y Willy, y a darles lengüetazos a ambos con igual intensidad. En cierto modo -y dejando de lado el incidente de bienvenida, el del pis en el parquet-, controlaba bastante bien mi relación con ellos. Lo único que no me agradaba era el incumplimiento de la promesa de pasearme que había hecho mi Papá adoptivo a mi Mamá como condición para llevarme a casa. En estos días, me habrá sacado a pasear un par de veces, como mucho. ¿Necesito explicarles lo que significa salir para un perro y encima cachorro?
Sin embargo, reitero, las cosas iban por carriles óptimos. Realmente no me podía quejar. Ese estado de satisfacción permanente me dio una falsa sensación de dominio territorial que resultó fatal.
Ocurrió todo con apenas un par de días de diferencia.
Estaba agrandado y confiado, una combinación explosiva. Vi el tacho de basura de la cocina y, sobre todo, lo olí. Me llegaba una explosión de tentaciones exóticas en forma de vaho que hipnotizó mis sentidos y provocó una urgente necesidad de comer. Lo peor de todo es que tenía la panza llena. Eso no me detuvo.
El plan era simple: meter el hocico bajo la tapa del tacho, picar alguna delicatessen y dejar todo como estaba, para que no se aviven. El crimen perfecto, bah. Eso hice. De un momento a otro sumergí mi trompa en un océano de huesos con algo de carne, papas y un poco de pan. El efecto resultó embriagador y quise más. Y más. Y más. El crimen perfecto se desplomó, junto con el tacho, que no soportó el peso de mis patitas, produciendo un derrame sobre la coqueta cerámica de la cocina. ¡Oh, Dios! ¿Por qué no me diste manos? Limpié todo lo mejor que pude (en realidad, quise hacer desaparecer la evidencia comiéndomela), pero muy pronto descubrí que la yerba húmeda y el filtro de café con restos de café se agarran mucho al piso.
Mi suerte estaba echada I.
Día y medio después, la tentación arribó en forma de pantufla. Con los años descubrí que es mejor que me meta con las cosas de Marcela, porque es más comprensiva y suave que mi Papá. A lo sumo, ella me pega un par de grititos y todo vuelve a sitio. Mi idea, irresistible como todas, de querer jugar con una pantufla de Willy resultó de las peores. No la mordí demasiado, pero sí lo suficiente para deshilacharla un poco en la zona del talón.
Para qué...
Basura + pantufla = ¿Qué hiciste? ¿Qué hiciste? ¡Ahora vas a volar!

Mi suerte estaba echada II.
Y volé, una y otra vez. Y cuando aterrizaba, Willy me calzaba de voleo con la pantufla en la cola, que -por suerte- no dolía mucho, hasta que acertó en el hocico.
Desde entonces nunca más toqué una cosa de mi Papá. Y la basura ahora está en un lugar inalcanzable.
Hasta que se descuiden.

jueves, octubre 05, 2006

El Spaniel Bretón

Es sabido que todos los perros somos iguales ante la ley y los ojos de Dios (aunque para algunos hay perros más iguales que otros).
Sin embargo, la humanidad -lenta para aceptar las diferencias, pero rápida para condenarlas- se empeña en dividirnos y en clasificarnos por razas. Así, a los que son como yo los llaman como en el título: Spaniel Bretón (Epagneul Breton - Brittany Spaniel).
En la página web Tu Perro encontré algunas definiciones para que me reconozcas por la calle y me tires un hueso:
  • Origen: Alemania.
  • Clasificación A.K.C.: Perros de Muestra.
  • Breve resumen histórico: El Spaniel Bretón es originario del centro de la Bretaña. Sin embargo, sus ancestros son probablemente los perros de Oysel, conocidos en la Edad Media y descritos por Gastón Fébus. Esta es sin duda una de las razas de perros de muestra más antiguas de Francia. El proceso de selección ha hecho de él, el perro de muestra enérgico que conocemos hoy en día. El primer proyecto de estándar se estableció el 3 de septiembre de 1907 y se adoptó el 7 de junio de 1908. Fue modificado en marzo de 1923, corregido de nuevo en 1933 y luego en 1956, fecha desde la cual está en vigor.
  • Apariencia general: Es un pequeño perro elegante, robusto, muy vigoroso. Su aspecto es sólido, aunque sin pesadez. Es alerta, de expresión inteligente, presentando el tipo de un pequeño perro lleno de energía.
  • Temperamento y comportamiento: Su carácter es franco, equilibrado y dulce. Es apasionado durante la caza. Se muestra sociable con sus congéneres y es el compañero ideal.

Lo que esa página no dice es que soy cariñoso con amigos y extraños -especialmente con los chicos-, para nada guardián, algo obsesivo, busco la aprobación de todos, juguetón, cachorrón y que, sobre todas las cosas, amo la basura y la ropa interior femenina.
Nadie es perfecto.

martes, octubre 03, 2006

El macho alfa I

Diciembre de 1998
Como reseñé, mi ingreso en el hogar de Marcela y Willy comenzó con el marcaje de mi territorio con el único implemento que Dios -que es Perro y argentino- me dio: mi orina. Todavía recuerdo la respuesta de mi Papá adoptivo (hacerme volar y refregar mi hocico sobre un diario, chirlos incluidos) y no puedo evitar los escalofríos. Pero aprendí la lección y nunca más hice mis necesidades fuera de las zonas asignadas, lo que convirtió a Willy en la envidia de otros dueños de mascotas.
De todos modos, en la lucha por el poder no pensaba rendirme tan fácilmente.
Cuando me aprestaba a dormir, aquella primera noche, junto a mi nueva jauría -Marcela y Willy-, no imaginé que este último tenía otros planes para mí: una miserable cajita de cartón a la manera de cucha, en la que mi piadosa Mamá adoptiva puso unos trapos a manera de cobijas.
No podía creerlo.
Esa resultó una de las noches más interminables de mi vida. Allí estaba, solo en la oscuridad de la cocina -cerrada-, esperando que alguien sintiera compasión por mí, un pobre y bello cachorro. Pero nadie acudió en mi ayuda. Y eso que lloré y aullé toda la velada. Nada. Después me enteré que Marcela trataba de hacerle la cabeza a su pareja (todavía eran solteros) para que me liberara, pero con escasos resultados. El hombre, aleccionado por décadas con eso de que los perros, afuera; la familia, adentro, supo resistirse a todos los embates: los míos y los de su mujer.
Tuve esperanzas de que la noche siguiente se desarrollara de otra manera, pero nada... Otra vez a llorar y aullar sin beneficios.
Sin embargo, astutamente, Marcela comenzó su trabajo de demoler la resistencia de Willy. Así, poco a poco, me permitió entrar en su habitación. A él no le gustó nada, pues la consideraba zona vedada para mi especie. Todo fue paulatino. Otro día, me alzó (yo todavía era chiquito) y me subió a la cama. Willy puso el grito en el cielo ante lo que entendía como una cochinada. Para él, los perros jamás de los jamases pueden meterse en la cama de los humanos. Ella negoció sabiamente: ¿y si me sostenía sobre su cuerpo, sin dejarme tocar la cama?
En poco tiempo -y estoy hablando de días-, para Willy ya no resultaba tan extraño verme rondar por su cuarto o cruzar miradas sobre la cama, aunque siempre a upa de Marcela. Sí, estaba cediendo. Pero faltaba un paso más.
Ese pasito más llegó casi por accidente. Estaba sobre el pecho de Marcela, llenándola de besos y provocando sus carcajadas, cuando comprobé que Willy estaba a mi alcance. Para él, esa cosa de los besos en la boca le parecía un asco que su padre jamás hubiera tolerado. En un momento en que bajó la guardia, me lancé a un todo o nada: volvía a volar por los aires o vencía sus defensas. Así, como un rayo -o mejor, como un galgo-, le estampé un soberano chupón que lo dejó medio groggy.
El reloj se detuvo. Nos miramos. Podía sentir el latidos de los 3 corazones que había sobre la cama. Willy parpadeó. Y me preparé para lo peor.
-¡Pero...! ¿Qué hacés, nabo? -preguntó con cara de repugnancia mientras se restregaba la mano por la boca para sacarse mi saliva.
Entonces se rió.
Esa noche dormí en la habitación, aunque bajo la cama. Sólo era cuestión de tiempo para terminar de doblegarlo. Muy poco después el lecho comenzó a ser de los 3.