05/12/98
Ya lo venían hablando.
Marcela y Willy venían coqueteando con la idea de tener un perro, aunque no pasaba de eso; de un simple ejercicio de fantasía. Ella estaba casi decidida. Él, en cambio, lo veía como algo sumamente lejano; tan difícil como considerar la idea de mudarse, por ejemplo.
Fue el primer sábado de diciembre, creo; que me parece cayó 5 y nublado. Ese día salieron de compras al shopping. Dando vueltas por ahí, terminaron con la ñata contra el vidrio admirando cachorros en una veterinaria. Comprobaron los precios. Se enternecieron, pero siguieron su camino. No habrán hecho más que unos pasos cuando Willy preguntó, un poco al aire y otro poco a Marcela:
-¿Y si nos compramos un perro?
No sé qué se le habrá cruzado por la cabeza que logró romper su rígido esquema de prioridades y temores. Realmente, hasta el día de hoy no lo sé. Necesidad, creo que puede ser una palabra clave. Necesidad de dar un paso hacia lo que él considera como vacío.
La respuesta de ella fue lacónica.
-¡Sí!
Aunque, como conocía a mi Papá adoptivo, dejó margen para el arrepentimiento.
-¿Estás seguro?
Pero Willy estaba hecho un salvaje. Como suele suceder cuando toma una decisión, optó por morir en la suya.
-Y... sí.
Corrieron al auto, enfilaron al departamento y juntaron toda la plata que tenían.
Calientes como estaban con la flamante ocurrencia -aunque entibiados por los precios del shopping-, dirigieron rumbo al comercio conocido como La Cucha, que quedaba a unas 15 cuadras de la casa.
Hacia allí partieron.
Ya lo venían hablando.
Marcela y Willy venían coqueteando con la idea de tener un perro, aunque no pasaba de eso; de un simple ejercicio de fantasía. Ella estaba casi decidida. Él, en cambio, lo veía como algo sumamente lejano; tan difícil como considerar la idea de mudarse, por ejemplo.
Fue el primer sábado de diciembre, creo; que me parece cayó 5 y nublado. Ese día salieron de compras al shopping. Dando vueltas por ahí, terminaron con la ñata contra el vidrio admirando cachorros en una veterinaria. Comprobaron los precios. Se enternecieron, pero siguieron su camino. No habrán hecho más que unos pasos cuando Willy preguntó, un poco al aire y otro poco a Marcela:
-¿Y si nos compramos un perro?
No sé qué se le habrá cruzado por la cabeza que logró romper su rígido esquema de prioridades y temores. Realmente, hasta el día de hoy no lo sé. Necesidad, creo que puede ser una palabra clave. Necesidad de dar un paso hacia lo que él considera como vacío.
La respuesta de ella fue lacónica.
-¡Sí!
Aunque, como conocía a mi Papá adoptivo, dejó margen para el arrepentimiento.
-¿Estás seguro?
Pero Willy estaba hecho un salvaje. Como suele suceder cuando toma una decisión, optó por morir en la suya.
-Y... sí.
Corrieron al auto, enfilaron al departamento y juntaron toda la plata que tenían.
Calientes como estaban con la flamante ocurrencia -aunque entibiados por los precios del shopping-, dirigieron rumbo al comercio conocido como La Cucha, que quedaba a unas 15 cuadras de la casa.
Hacia allí partieron.
2 comentarios:
Tu entrada a casa la convirtió de dpto. a Hogar.
¿Sí...? ¿Lo decís en serio? Ustedes son lo único que tengo.
Un besote.
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